A. LOGOTERAPIA Y PSICOLOGIA ADLERIANA
(Artículo de Rafael Maurial, 2006)
Por Iván Maurial*
*Psicólogo. Profesor en la Facultad de Psicología y Humanidades de la
Universidad Femenina del Sagrado Corazón (Unifé) y Miembro fundador del
Instituto Viktor Frankl de psicología y filosofía de la conducta (IVF). Lima -
Perú
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1. VISION INTRODUCTORIA:
Hablar de Logoterapia y de Psicología Individual es introducirnos en uno de
los más importantes discursos de la psicología moderna. Nos referimos al tema
del sentido de la vida. En la construcción de este discurso se fue
dibujando una imagen del hombre en donde ya es visible el espacio personal del
individuo y su orientación finalista.
A lo largo de la construcción de este discurso acerca del sentido vital se
descubre una doble orientación del mismo. Una de ellas pone el acento en la
indivisibilidad de la personalidad y su indivisibilidad con el colectivo que la
realiza (psicología adleriana). La otra orientación del discurso centra su
atención en aquél mismo individuo, pero pone el acento en la indivisibilidad de
la conciencia individual con respecto a la conciencia colectiva reflejada en
las tradiciones y valores de la cultura (psicología frankliana).
Esta doble vertiente del mismo discurso se realiza dentro de la misma
tradición, lo cual explicaría que un autor adopte, consciente o
inconscientemente, la terminología de otro que lo precedió en el discurso.
En el caso de la Psicología Individual clásica, el discurso se mantiene
dentro de la esfera psicológica de explicación en la medida que interpreta al
hombre a partir de sus experiencias iniciales con los demás. Esta sería la
razón por la cual el discurso adleriano tiende a expresarse en términos más
psico-sociológicos. Por el lado de la Logoterapia, la interpretación del hombre
no se realiza a partir de la experiencias tempranas en las cuales se va
construyendo el entramado del yo, sino en la reflexión filosófica que propone
al individuo en relación con los valores que se presentan como imperativos
externos a la propia subjetividad y a la de los demás. Este sería el motivo por
el cual el discurso frankliano tiende a expresarse más en términos filosóficos,
o para ser más precisos, en términos fenomenológico existenciales.
La horizontalidad del discurso adleriano y la verticalidad del discurso
frankliano representan el mapeo en láser de la misma estructura, pero en
direcciones que necesariamente mostrarán perspectivas diferentes de lo mismo.
Por esta razón, estas dos psicologías no deben entender sus diferencias como
una oposición mutua sino como la expresión de dos enfoques que al integrar sus
análisis, reconstruyen de modo tridimensional el psiquismo humano sin descartar
sus móviles inconscientes ni sus posibilidades de trascendencia.
2. LAS TRES ESCUELAS DE VIENA
Viktor Frankl solía presentar su teoría como un producto vienés, y esto no
sólo porque era un psiquiatra nacido en Viena, sino porque las dos escuelas a
las que alguna vez perteneció (el psicoanálisis y la psicología individual)
nacieron en el mismo suelo. Frankl era consciente de su deuda intelectual con
Sigmund Freud y Alfred Adler. Por eso empieza así ante un auditorio
sudamericano:
"De un psiquiatra proveniente de Viena, obviamente se espera que
comience mencionando o al menos diciendo algunas palabras sobre Sigmund Freud y
Alfred Adler, los grandes clásicos, los maestros y pioneros, por no decir los
padres fundadores de la psicoterapia. A mi edad - 87 años - ciertamente me
cuento entre las escasas personas que tuvieron la gran suerte de conocer en
forma personal a esos dos grandes genios y de haber contribuido durante algunos
años a su trabajo científico." (FRANKL: "El hombre en busca de sentido". En "Artes y Letras".
El Mercurio, Santiago de Chile, 02-06-91. Sección E-1)
El discurso de la Logoterapia se va tejiendo a partir de argumentaciones
franklianas que se oponen al discurso tradicional de la psicología adleriana y
sobre todo a los presupuestos freudianos:
"La oposición del análisis existencial (logoterapia) fue una
´o-posición´, es decir, la oposición del psicologismo de la psicoterapia, como
se nos presenta, principalmente, en forma de psicoanálisis" (FRANKL, citado por FREIRE en su libro Acerca
del hombre en Viktor Frankl Ed. Herder, Barcelona: 2001 p.34)
No se trata de una oposición que descarta o que niega el otro discurso
sino una oposición a las limitaciones encontradas en ellos. La retórica
frankliana se desplaza en forma de cuestionamientos a los presupuestos
(de su propia tradición teórica) que cierran las puertas a la comprensión
de lo específicamente humano. Frankl no puede evitar mostrar su descubrimiento
sin ponerlo de relieve en las plataformas del psicoanálisis y de la psicología
individual. Sin embargo el primero que usó la expresión "Tercera
orientación vienesa de psicoterapia” no fue Frankl sino Wolfgang Soucek
en 1948.
2.1) PSICOANALISIS, PSICOLOGIA INDIVIDUAL Y LOGOTERAPIA
a) El Psicoanálisis de Sigmund Freud.
El psicoanálisis clásico concibe al ser humano como un organismo
bio-psíquico que interactúa con su entorno movilizado desde impulsos
vitales. Sobre todo desde la tendencia al goce en su dirección localizada
e intensiva que es la libido o impulso sexual. Para el psicoanálisis el hombre
desarrolla todos los sistemas que se
manifiestan posteriormente (estructura normativa superyoica y el yo
consciente) para hacer posible la satisfacción del mandato de su biología
hacia la distensión en el contacto placentero con el entorno.
La instancia psíquica primigenia en la que se resuelven y se preservan
los mandatos de la biología es el ello. Allí se encuentran los deseos que el yo
tiene, pero a ellos no tiene acceso directo por ser intolerables para su
normatividad cultural introyectada. El yo es como un intermediario sin real
autonomía, que hace viables las demandas del ello y del super yo. La
finalidad del hombre sería, en el fondo, encontrar un equilibrio interior
(homeostasis). La neurosis se originaría al no lograrse este equilibrio. Frankl
simplifica su descripción de la teoría motivacional psicoanalítica
entendiéndola como una "voluntad de placer".
b) La Psicología Individual de Alfred Adler.
La psicología individual clásica también concibe al ser humano como
organismo bio-psíquico, pero poniendo el acento en la indivisibilidad del
psiquismo. Ya no son tres "instancias psíquicas" sino un yo
individual que interactúa con su entorno movilizado también, desde su
tendencia vital finalista. Sobre todo desde su tendencia finalista a la
actividad.
Sin embargo Adler, al presuponer el psiquismo como indivisible, entiende
que esta movilización finalista es una sola figura con las tendencias
egocéntricas de supervivencia individual, el egoísmo y el deseo de poder (en su
lado perjudicial o inútil) o hacia el sentimiento de comunidad (en su lado
productivo o úti). Se trata de móviles de la conducta que se activaron,
sobre todo, en el contacto con un entorno interaccional de
semejantes, y que son psicológicamente más importantes que las
movilizaciones de placer de Freud. La relevancia de estos movimientos del yo
individual consiste en que las tendencias finalistas del yo como individuo
son genéticamente anteriores al deseo de placer. La tendencia finalista a la
actividad es anterior al impulso sexual, y al mismo tiempo, la tendencia a
la conservación del individuo (seguridad) es más potente que la tendencia
a conservar la especie (sexo).
Por otra parte, el núcleo de la indivisibilidad surge paralelamente al
desarrollo del psiquismo egocéntrico o comunitario que es tal en tanto ha
creado ficciones. Por ejemplo la ficción de poder disponer de su entorno a
plenitud en función de un deseo primigenio de seguridad. Es desde el ámbito
ficcional de un yo individual desde donde hay un espacio para la construcción de
metas (finalidades) o decisiones básicas que influirán de modo
permanente en la vida consciente del individuo. El origen de la meta ficticia
(inconsciente) no es posible sin relaciones comparativas y esquemas
bipolares previos que dan la pauta primera para interpretar la realidad e
interpretarse a uno mismo.
Adler reconoce que el yo indivisible aspira conscientemente a integrarse en
el colectivo a partir de un "sentimiento de comunidad" y que en
su aspiración a contactar con este sentido vinculante es cuando el individuo
anula sus tendencias ficcionales inconscientes (lógica privada) que son
interpretadas por el colectivo (la razón social) como anormales, y en su
vínculo con esta razón, el individuo se realiza como tal. Encuentra el sentido
de su vida.
La autonomía del yo queda reivindicada en la psicología individual en la
medida que descubre una capacidad creadora de la persona que configura su
propio estilo de vida, sin embargo, en su discurso clásico, se queda en la
explicación psicológica de la conducta a partir de una retórica posible de ser
interpretada como psicologista. Se queda en el influjo de la vida inconsciente,
pulsional y ficcional que moviliza al individuo a afrontar el mundo externo
sobreponiéndose sobre todo a su situación deficitaria desde la cual se
interpretó (desde la primera pauta que adquirió desde sus vivencias infantiles)
como inferior.
La patología empezaría cuando el individuo actúa en función de su sistema
de referencia ficcional (pautas tempranas de supervivencia) convirtiéndolo en
finalidad. Este individuo que vive ajeno a la finalidad social (racional) se
encuentra supercompensando su sentimiento de inferioridad. La supercompensación
se revela, por ejemplo, en el perfeccionista que no tiene permiso para errar y
en el ególatra que no soporta la valía ni la seguridad de los demás. En el
que se experimenta absolutamente responsable ante la norma (obsesivo
compulsivo) y en quien pretende ser absolutamente libre de la norma
(disocial).
El extremo de la disociación está en los que sufren la psicosis. Estos se
están exonerando totalmente de la responsabilidad de sus actos, viviendo al pie
de la letra los dictados de su lógica privada. La finalidad social es el
referente hacia el cual tiende el hombre que se supera a sí mismo para formar
parte del todo colectivo. Frankl simplifica su descripción de la teoría
motivacional adleriana entendiéndola como una "voluntad de poder".
c) La Logoterapia de Viktor Frankl.
La logoterapia y el análisis existencial son dos elementos de una misma construcción.
El primer término alude a un método psicoterapéutico y el segundo representa
una visión antropológica.
Frankl concibe al individuo como una unidad y totalidad corporal - psíquica
- espiritual en donde la dimensión espiritual (persona) representa el
núcleo del sí mismo o núcleo del yo. Este núcleo personal tiene una
característica: capta significados más allá de sí mismo y se interpreta a sí
mismo como quien está, no solamente movilizado por su organismo (organón =
instrumento) psico-físico, sino que está posibilitado, por un instrumento, de
características muy distintas al instrumental psicofísico, para acceder al logos.
La conciencia capta no sólo valores (en los que se encuentra
inmersa su colectividad) sino que experimenta la atracción de estos valores en
la medida en que la persona es capaz de reconocer el contenido particular del
valor que lo moviliza desde afuera.
Esta movilización no se realiza ciegamente como un impulso
inconsciente sino como un motivo fuera de sí mismo que configura su conducta.
La conducta en Frankl reconoce la impulsividad desde la cual parte
como organismo, pero esta movilización es un aspecto de la conducta
que sólo se realiza personalmente cuando está motivada por
un valor que sobrepasa al individuo.
La capacidad de la persona para captar valores en el mundo y responder
(responsabilidad) libremente al llamado particular (sentido) de los valores
(generales abstractos de sentido) es la dimensión espiritual donde se realiza
la existencia (= permanecer fuera). Desde esta perspectiva el hombre es por
definición un ser autotrascendente.
La dimensión psico-física tiene la característica de realizarse
paralelamente, de tal forma que los fenómenos del soma pueden tener influjo en
la psique y esta en el soma (paralelismo psico-físico). Sin embargo la
dimensión espiritual libremente puede corresponder a los impulsos o también
oponerse a ellos (antagonismo psico-noético). El ser humano es autotrascendente
porque ya no aspira a satisfacer únicamente sus necesidades sino, sobre todo,
aspira a encontrarle un sentido a su vida. Cuando no halla sentido queda
frustrado existencialmente y se vuelca hacia sí mismo en busca de sensaciones
semejantes al sentido que las encuentra mientras se empeña en la consecución de
poder y placer. Frankl simplifica la descripción de su teoría motivacional bajo
la denominación "voluntad de sentido".
Cierto, en el hombre hay una movilización inconsciente hacia la realización
de la vida biológica en el placer. También hay una movilización inconsciente
hacia la realización de la vida del yo en relación con los demás en
el deseo de poder. La figura queda completada cuando reconocemos que la
atracción no sólo viene desde dentro sino, sobre todo, desde fuera, en el
ámbito del logos (sentido) que nos interroga y nos exige actuar en
función de lo verdadero, lo justo, lo bueno y lo bello.
3. UN POCO DE HISTORIA
La logoterapia surgió como una necesidad de completar la figura cierta
pero inconclusa de la psicoterapia. En esta necesidad de completar la figura,
los discursos tradicionales acerca del hombre empiezan a subrayar sus posturas
y mantener distancia ante lo nuevo. Fue precisamente lo que le ocurrió a Freud
cuando dijo:
"La "psicología individual" de Adler es ahora una de las
tantas corrientes psicológicas que se muestran hostiles al psicoanálisis y cuyo
ulterior desarrollo no interesa ya a este" (FREUD, citado por TITZE en Fundamentos del teleoanálisis adleriano".
Ed. Herder, Barcelona: 1983 p.14)
Esta es la respuesta de Freud, propia de su actitud demasiado segura y
dogmática. La misma actitud que lo presentó convincente y que, a su vez, le
trajo serios inconvenientes con lo mejor de sus simpatizantes y discípulos. Es
Alfred Adler quien a su salida de la Asociación Psicoanalítica, en 1912, dijo:
"Nos tomamos la libertad de desembarazarnos del dogma y seguir nuestro
propio camino. Quedan invitados a colaborar todos aquellos que son conscientes
de la importancia de nuestro método de investigación: De nuestros lectores nos
esperamos que no se dejen obnubilar por los prejuicios que suelen
acompañar a todo lo que representa una novedad" (ADLER, citado por TITZE: 1983 Op.cit. p.13)
Años más tarde, un joven estudiante de secundaria le escribe a Freud y éste
le contesta. Así se establece una correspondencia regular que duró varios años.
Era el joven Viktor Emil Frankl que empezaba ya a dar muestras de su interés
por la psicología profunda. Frankl fue primero seguidor de Freud, aunque poco
tiempo después de su desilusión teórica con el psicoanálisis, por el año 1924,
quedó "más curioso y abierto" a las ideas del profesor Alfred
Adler. Décadas después Frankl recuerda lo singular de las primeras clases
de su maestro:
"El "club" de los psicólogos individuales (...), en el que
fui introducido más tarde, tenía su sede (...) en el famoso Café Siller en que
todas las noches Adler dictaba cátedra, en el verano, con una porción del
famoso helado de chocolate que él, antes de comerlo, removía durante tanto
tiempo que se deshacía completamente, y de vez en cuando se nos permitía
seguirle al local del club del primer piso donde podíamos escuchar cómo
tocaba el piano y cómo de vez en cuando incluso cantaba" (FRANKL, Logoterapia y Análisis Existencial.
Ed. Herder, Barcelona: 1990 p.260).
¿Cómo se introduce Frankl en este "club" de psicólogos
adlerianos? Fue Hugo Lukacs quien lo invitó como asistente a sus despachos de
asesoramiento educativo. Posteriormente él lo presentó a Alfred Adler quien sin
reparo aceptó publicar un artículo sobre psicoterapia en su
"Internationale Zeitschrift fur Individualpsychologie" en 1925. Ya
ingresado en el círculo adleriano, Frankl fue identificándose más con los
presupuestos de la psicología individual y realiza el examen oficial en este
enfoque con Erwin Wexberg. Sin embargo Frankl no estaba totalmente convencido:
"Ahora bien, he partido del hecho de que yo -ya en medio de mi fase de
desarrollo dentro de la psicología individual- había "expresado mis
dudas" respecto a la teoría de las neurosis de Adler, que apuntaban a la
limitación de su validez. Esto fue en 1926." (FRANKL: 1990 Op. cit. p.261)
Frankl observó que la psicología individual estaba descuidando en su
discurso lo que después llamará Humanissimun o la dimensión
específicamente humana. El ser humano era en realidad un sistema abierto al
mundo de los valores, que trascienden incluso el colectivo. El acto humano no
se realiza sólo como expresión psicológica (Seele) sino, sobre todo, desde la
persona espiritual (Geist). La percepción adleriana clásica aparece
reduccionista desde la perspectiva frankliana si entendemos que lo
psicológico para Frankl es el principio que moviliza al individuo
desde dentro y que aún señalando una meta a futuro y un sentido más allá del
individuo, se capta, más no con nitidez la dimensión de lo espiritual. Lo específicamente
humano es estar siempre de cara a los valores y sentidos, más allá de sí
mismo.
La insuficiencia del primer discurso adleriano no representó en Frankl un
motivo para abandonar las tesis de esta teoría. Frankl era un adleriano con
propuestas teóricas para la psicología individual. El quiso introducir una
nueva perspectiva antropológica:
"En 1927 defendí, además, una ampliación del ideario de la psicología
individual, y esto en un sentido referido a los principios o -permítaseme decir
en seguida- en un sentido dimensional. Me parecía que hasta entonces la
psicología individual no había resistido completamente a la tentación
del psicologismo, a sea a una forma de reduccionismo y el reduccionismo en mi
opinión, desemboca en el descuido de la estructura multidimensional de la
existencia humana" (FRANKL: 1990 Op.cit.
p.261)
Pero Adler no estuvo de acuerdo con estas pretenciones de su discípulo. Sin
darse cuenta, Adler ya estaba demasiado seguro como, en su momento, lo estuvo
Freud cuando descartó de plano las aportaciones adlerianas. La cautela de Adler
impidió que la psicología individual no sea percibida como reduccionista y
cerrada a la dimensión espiritual. Esta actitud adleriana no sólo incidió en la
salida de Frankl de la Sociedad de Psicólogos Individuales sino también
coincidió con el alejamiento de importantes discípulos de Adler como
Schwarz y Allers:
"Por desgracia, no "hicieron caso" a mi reivindicación de
incluir las bases antropológicas de la psicología individual esta dimensión
como dimensión sui generis, siendo plenamente consciente de los métodos.
Es más, cuando Rudolf Allers (...) y Oswald Schwarz (...) en 1927 en el marco
de unas charlas anunciaron su abandono de la Sociedad de Psicólogos
Individuales y cuando yo, invitado por Adler expresis verbis, tomé la
palabra como primer participante en la discusión, para exponer también mis
reservas y para resaltar expresamente que no veía ningún motivo para abandonar
(...) la Asociación, no tuve la gracia de convencer a Adler. Más bien, fue él
quien tomó las medidas oportunas para sugerirme repetidas veces el abandono, y
como no hice caso a esta insinuación, fui excluido" (FRANKL: 1990 Op. cit. p.263)
Frankl fue excluido, y con él también algunos de los mejores discípulos
fueron tomando amigable distancia de su maestro. Es difícil entender el actual
pensamiento de la psicología adleriana sin el aporte de algunos de los que
tuvieron que irse. Es de considerar que sea Wolfgang Kretschmer quien diga lo
siguiente en el prólogo del libro de Titze:
"Pero el propio Adler no logró mantener lo bastante despejado este
horizonte, dada su excesiva cautela psicologista; y han sido algunos de sus
ilustres discípulos, como Fritz Kunkel, Viktor Frankl y Rudolf Dreikurs,
los que han colmado las lagunas adlerianas con el plano de lo personal o
"existencial", que resulta imprescindible para comprender en todo su
alcance los objetivos vitales y los conflictos del ser humano..." (KRETSCHMER, en TITZE: 1990 Op. cit. p.12)
4. LIMITACIONES DEL DISCURSO ADLERIANO
Hay psicologías que tienen suficiente solidez teórica como para ser
consideradas importantes y que en la práctica son poco reconocidas no porque
sean inconsistentes sino porque están atrapadas en su propio discurso. Creo que
es el caso de la psicología humanística (PH) en la actualidad. El tema de los
valores esenciales y la deshumanización, la inversión de los valores y el
relativismo axiológico, la posibilidad del hombre de reinventarse, la
autorrealización, la dimensión trascendente de la persona, todo esto es
importante, incluso fundamental para una psicología que quiera ser entera. Pero
el afán de reivindicar lo humano, lo específicamente humano y en oposición a
tendencias básicamente reduccionistas (como lo son el psicoanálisis y el
conductismo), la PH se torna de apariencia “light”. Su discurso es atractivo
(no hablo por todos), pero al final no es muy seguida en la práctica o es
percibida, equivocadamente, como filosofía de la psicología.
Quedar atrapado por el discurso aquí significa estirar nuestra propia
propuesta, resaltar la primacía de nuestro aporte y quedarnos como opositores
de otros que también quedaron atrapados en su propio descubrimiento. Hace
algunos años me interesé por las opiniones de los psicoanalistas acerca de la
crítica frankliana al psicoanálisis y me di con la sorpresa que las críticas de
Frankl apuntaron, en algunos casos, a teorías que en la actual teoría freudiana
ya hace tiempo que han pasado al desuso. El psicoanálisis ha seguido
evolucionando pues reconoció pronto que no era una religión y que Freud no era
todo el psicoanálisis.
A Freud se lo criticó por mucho tiempo de “pansexualista” por su
discurso acerca de la sexualidad y sus complejos y tantos otros asuntos
teóricos que abordó. Sin embargo Frankl en su evaluación del psicoanálisis
entendió que esa crítica no era acertada. El en cambio, criticó al
psicoanálisis de “pandeterminista”…Y de seguro que Adler lo hizo críticas
similares.
Hay una crítica recurrente a la psicología individual de haber sido poco
clara en su discurso. Esto se debió, en buena cuenta a que la mayoría de sus
obras “procedían de conferencias y compilaciones de series de conferencias”
(HOBMAIR Y TREFFER. Psicología Individual: 1981 p.14.).
Los autores mencionados refieren que el término “supercompensación” fue
utilizado por Adler para designar diferentes fenómenos psíquicos de tal forma
que la moderna psicología adleriana ve necesaria una readaptación de lo
conceptual:
“El mismo Adler sólo escribía preferentemente de la “supercompensación”,
pero utilizaba este término de modo confuso y poco unitario: originalmente lo
utilizó para los casos en que la tendencia compensatoria llevaba a un resultado
artístico, científico o socialmente valioso, aunque más tarde lo aplicó con más
frecuencia a procesos patológicos. Rudolf Kausen comprendió una
clarificación de los términos que contribuyó en gran medida a la precisión de
la terminología de la psicología individual: el término “compensación” se ha de
reservar para los “procesos psíquicos normales de equilibración”…” (HOBMAIR y TREFFER: 1981 Op. Cit. p. 36)
Adler tiende a usar variedad de términos para referirse a lo mismo. Por
ejemplo, Titze refiriéndose al “estilo personal de vida”, término que Adler
incluye en sus escritos por los años veinte:
“…Adler había empleado toda una serie de términos con idéntico significado.
He aquí los términos:
1)Lógica privada; 2) inteligencia privada; 3) mundo privado; 4) cosmovisión
privada; 5) inteligencia personal; 6) inteligencia aislada; 7) plano privado;
8) sistema de referencia privado; 9) prototipo; 10) no ver como los demás; 11)
la necesidad de aprender a ver el mundo de otro modo; 12) plan de vida; 13)
cosmoimagen neurótica” (TITZE: 1983. Op.cit. p.
128).
Esta variedad de términos para lo mismo da cuenta de cierta dificultad de
parte de Adler para realizar una exposición clara de sus teorías. Es más, los
Ansbacher que realizaron una cumplida recopilación sistemática de las ideas
adlerianas, dicen:
“…Las publicaciones de Adler no forman un cuerpo de doctrina presentado de
una manera sistemática y, por tanto, no son fáciles de encontrar y de leer (…),
ha sido cada vez menos conocido, y otros que expresaron sus mismas ideas más
lúcidamente o en época más reciente, son más citados que él.” (ANSBACHER y ANSBACHER. La Psicología
Individual de Alfred Adler: 1958 p.7).
No es de extrañar que ante esta desventaja de Adler en la presentación de
sus teorías éste sea más fácil de ser interpretado de modo equívoco por otros
teóricos. Durante una mirada veloz al libro “El Sentido de la Vida” de Adler,
encontré el siguiente texto:
“Nuestra Psicología Individual se coloca decididamente en el terreno de la
evolución (…), y a la luz de ella considero todo anhelo humano como una
tendencia hacia la perfección (…). Toda forma de expresión psíquica aparece,
pues, e nuestro entendimiento, como un movimiento que conduce de una situación
de minus a una situación de plus (…). En su incesante cotejo con
la perfección, ideal inasequible, se halla el individuo constantemente poseído
e impulsado por un sentimiento de inferioridad…” (ADLER. El Sentido de la Vida: 1970 pág. 43).
Incluso al definir al ser humano dice: “Hace mucho tiempo que puse de
relieve que ser hombre equivale a “sentirse inferior”…” (ADLER: 1970.
Op.cit. pág. 97).
Estos párrafos son significativos como un intento de resumen del discurso
adleriano que se presenta como un discurso acerca del sentimiento de
inferioridad (y es obvio que Adler aportó mucho más). El que otros autores
puedan interpretar esto como una limitación es una posibilidad. La moderna Psicología
adleriana no se quedó atrapada en su discurso inicial y fue abriéndose de
tal manera que el Dr. Michael Titze dice:
“Parece justificada la suposición de que Adler absolutizó los procesos
intrapsíquicos detectados en los neuróticos llegando a creer que toda persona
está determinada por un determinado estilo de vida: el estilo personal; y
prestó poca atención al hecho de que toda comunidad humana engendra su
correspondiente esquema de opiniones, valores, normas, exigencias, etc. Es
decir, un “estilo social de vida” que marca de forma decisiva la conciencia de
la persona inserta en esta comunidad. De ahí que para el teleoanálisis no sea
la prioridad el “estilo personal de vida” (inconsciente) el objeto primario de
investigación sino la relación dialéctica entre el “estilo personal” y el
“estilo social” de vida, entre lo inconsciente y lo consciente.” (TITZE: 1983. Op. cit. p.3).
Esta es la puerta más abierta para Frankl y su logoterapia y el territorio
en la que la inicial crítica frankliana queda ahora como el encierro de Frankl
en su propio discurso. En este sentido específico Frankl quedó anacrónico en su
crítica a la psicología individual, y no porque no fue justificada su crítica,
sino porque los adlerianos no se quedaron atrapados en su retórica acerca del
sentimiento de inferioridad y la posibilidad de ser interpretados como
psicologistas.
5. LA PERSPECTIVA MULTIDIMENSIONAL DE FRANKL
Frankl, en su ontología dimencional presupone el carácter
tridimensional del ser humano. La dimensión espiritual está representada por un
cilindro cuya parte superior está abierta. Este carácter "abierto"
significa la capacidad específicamente humana de autotrascendencia del yo que
proyectado desde diversos ángulos aparece parcelado en forma de yo en
vínculo con su colectividad (=rectángulo) y, por otra parte, como
un organismo biológico-instintivo (=círculo).
Con estas figuras tridimensionales Frankl representa también las
teorizaciones de Freud y Adler como verdades inconclusas en tanto son
representaciones parciales que no dan cuenta de toda la complejidad de la
conducta humana. El rectángulo (=la psicología individual) y el círculo (=el
psicoanálisis) no representan una contradicción a la luz del
enfoque multidimensional del sí mismo personal. Por sí solos no dan cuenta
del cilindro (=persona espiritual) al cual están referidos:
Lo que la ontología dimensional implicaría es el desarrollo del ello hacia
arriba y del yo hacia adelante. Lo que Frankl estaría viendo no es al yo
ni al ello como figuras planas sin proporción ni especialidad, sino que les
está atribuyendo la característica de aspectos evidentes en el hombre pero
no lo que es el hombre. El hecho de que cada teoría observe y descubra lo que
sus presupuestos plantean dan cuenta de lo que es posible encontrar en el humano,
pero al ser los dos alcances ciertos y al mismo tiempo opuestos parecen ser más
proyecciones parciales de lo que es la totalidad.
Tanto Freud como Adler habían sacado sus conclusiones acerca de la realidad
humana a partir de los casos patológicos que están representados como aspectos
parciales del cilindro. Si les damos volumen a estas dos figuras planas
encontramos el sólido que Frankl representa en la figura
tridimensional del cilindro (=persona), que sería una proyección del yo y
del ello en tres dimensiones. Esto supondría la presencia de un tercer
elemento. Se trataría de una facultad autónoma que trasciende el yo en
tanto es libre para responsabilizarse con lo que no es él mismo.
Frankl decía que ese aspecto de libertad, esa capacidad de objetividad de
la persona mediante la cual puede ver objetos del mundo tal y como son (y no
sólo proyecciones de sus móviles inconscientes), como un sistema abierto al
mundo (un mundo de sentidos y valores), eso no es accesible desde el punto de
vista científico. No es accesible al instrumental científico porque este
instrumental no está apto para ver ese tipo de realidades.
El psicologismo no puede ver la dimensión del sentido y de los valores en
tanto no puede ver más allá de lo que sus pautas teóricas le permiten
ver. Por eso es que los otros puntos de vista tendrán la "certeza" de
ver motivos reprimidos o estrategias de supervivencia
donde hay compromiso y fidelidad. Es que están incapacitadas
para ver lo específicamente humano mientras no reconocen la complejidad
del objeto al que se están aproximando.
La dimensión personal (de la libertad y la responsabilidad) no puede ser
proyectada. Cuando el cilindro se proyecta desde su aspecto superior hacia el
plano inferior, sólo se podrá ver el aspecto cerrado del cilindro y no su
apertura. Lo único que se percibe es la dimensión inferior cerrada de la
biología y no se percibe algo de la dimensión superior abierta
(=espiritualidad) que representa la apertura al mundo del sentido.
Visto el cilindro a la luz de las perspectivas inferiores y laterales
sólo se podrán ver aspectos que dicen poco de la totalidad. Un rectángulo y un
círculo jamás serán un cilindro. Esto, aplicado a la explicación frankliana,
nos dice que con estas psicologías unilaterales sólo veremos el aspecto
biológico o el aspecto del condicionamiento social del yo. Difícilmente se
podrá ver la apertura del sí mismo personal. Pero eso no quiere decir que
esa dimensión abierta no exista sino que desde el punto de vista científico no
es demostrable.
Con esta analogía espacial, Frankl se quiere aproximar, no sin tendencia,
pero lícitamente, a una interpretación más acabada de lo humano como tri-unidad
noético-psico-física.
6. EL DISCURSO ACERCA DEL SENTIDO DE LA VIDA
6.1) El discurso finalista de la Psicología Individual.
La psicología individual se aproxima al tema del sentido de la vida a
partir de la direccionalidad de las tendencias y finalidades del
individuo que lo movilizan desde el inicio hacia la superación del sentimiento
de minusvalía. La superación eficaz se realiza siempre en el colectivo.
En las etapas iniciales del desarrollo del bebé, éste aún no reúne las
condiciones para interpretar su entorno como lo hacemos nosotros desde nuestra
razón. El entorno del bebé es entorno vital y su tendencia al movimiento se
limita a la actividad prepsíquica.
La tendencia a la actividad manifiesto ya en la vida amniótica del feto,
estará no sólo dirigido a establecer contactos con el medio ambiente físico
sino que se irá amoldando a los diversos tipos de contacto con la madre
sentando las bases de lo que será su esquema tipificante
agradable-desagradable, arriba-abajo, superior inferior. Estos esquemas
bipolares sobre los cuales el infante construye su sentido de realidad se van
configurando en sus primeras relaciones importantes con la cultura que se le
manifiesta en forma de roles sociales y jerarquías. El primer sistema
importante será, después de la relación madre-hijo, el sistema familiar.
Posteriormente el niño establecerá nuevos contactos y su cerebro estará en
condiciones de establecer nuevas conexiones que reflejarán como expresiones
psíquicas básicas. En entorno del niño ya no es vital sino ficcional y
egocéntrico. Su inicial impulso biológico al movimiento, dirigido hacia el
entorno de modo aún indiferenciado, se convierte ahora en una construcción
particular en la que interviene de modo significativo la familia nuclear.
La introducción al mundo de “los grandes” se realiza no sin distorsión. El
sentimiento de insuficiencia moviliza al niño a crear estrategias de
supervivencia en forma de una decisión básica en torno a una meta (ficticia) de
seguridad plena. Nos referimos a una meta que se construye sobre la base de una
lógica protoverbal de tal forma que queda a nivel inconsciente. Por eso esta
direccionalidad no tendrá asidero en la vida consciente del colectivo y será
considerada anómala o perjudicial. Será la educación la encargada de introducir
oficialmente al individuo en la racionalidad del consenso (lógica universal).
La secuencia de acontecimientos que van desde la vida intrauterina hasta la
niñez no se da sin obstáculos. El entorno físico y social va enseñándole al
nuevo miembro de la realidad que la vida tiene límites físicos y que para poder
convivir necesitamos límites de consenso (normas). Los límites físicos (frío,
golpes, excesiva luz, enfermedades, etc.) y sociales (pedir permiso, saludar a
los mayores, tener horarios convenientes para comer y dormir, etc.) implican la
presencia de un entorno que puede ser interpretado como hostil y complejo en la
medida que el niño nació sin la protección que dan los instintos animales para
reaccionar de modo específico a la estimulación su medio ambiente.
El niño debe esforzarse para sobrevivir en ese entorno. Este es el sello de
la inferioridad. La necesidad de adaptarse a un entorno muy complejo hace que
el niño construya un sistema de referencias (ficciones) que se convierten en su
línea directriz de conducta. Los padres, otras figuras significativas y la
escolaridad irán introyectando, según la etapa de desarrollo niño, los
referentes racionales de las metas (conscientes) del colectivo. Sin embargo la
línea directriz inconsciente será en adelante el motor de la conducta, aunque
de esto el hombre adulto, viviendo en función de su razón social no se percate
de ello. Para Adler la conducta no se puede interpretar con acierto sin
considerar el móvil compensatorio del psiquismo:
“…la psicología individual es también psicología profunda que se ocupa de
la dinámica inconsciente del psiquismo. La compensación se orienta por la meta
final a que tiende la persona, y procede del sentimiento de inferioridad,
siendo éste “la fuerza motriz, el punto del que parten y se desarrollan todos
los esfuerzos por marcarse una meta,…” (Adler, 1926). De este modo, el
sentimiento de inferioridad constituye el origen de cualquier acción y
conducta.” (HOBMAIR Y TREFFER: 1981 Op.
cit. p.34).
Desde esta perspectiva la finalidad consciente e inconsciente conforma una
sola dirección a una misma meta de seguridad vital, seguridad que el colectivo
entiende como “perfección”. El sentido de la vida en Adler trata de
una direccionalidad desde la creación ficticia del individuo para
sobrevivir (lógica privada), y al mismo tiempo, el acuerdo colectivo
introyectado en esa misma direccionalidad (razón social).
Existe en el humano, sin duda, una tendencia a la vinculación en el marco
de la razón social. El sentido de la vida sólo se puede encontrar reactivando
el sentido vinculante con los demás. La participación y la cooperación, la
búsqueda de soluciones a los problemas del colectivo, la aspiración a una
realización personal con los demás, es parte de lo que Adler denominará
“Sentimiento Comunitario”.
Hacia el colectivo y los valores esenciales es donde señala el finalismo de
la psicología adleriana. Este es el sentido horizontal de la transitividad en
la cual el individuo se hace uno con el todo que lo envuelve y lo realiza como
persona.
6.2) El discurso existencial de la Psicología
Frankliana.
La psicología frankliana adopta la terminología adleriana sobre la
dirección permanente de la
persona en tanto es ser existencial. El hombre está siempre orientado a lo que
no es él mismo. Y el sentido como llamado particular del valor es el contenido
fundamental de su existencia.
Valor y sentido:
El sentido implica la captación de un valor. El valor es valor del
colectivo. El colectivo como conjunto de individuos capta el valor y ese valor
que pertenece a la conciencia colectiva arrastra a la conciencia individual a
actuar en conformidad con el colectivo. El sentido, por su origen, arranca al
individuo y lo atrae el colectivo bajo forma de valores y principios que debe
realizar. Es entonces, en la realización de ese llamado como el hombre puede
realizarse. Ser hombre es ser un extrovertido existencial. Vertido hacia el
colectivo, más no "masificado en el colectivo" sino despersonalizado
en la norma del colectivo en pro del superorganismo que es la conciencia
colectiva.
El sentido no es resultado de mi subjetividad en el sentido de que yo lo
construyo sino que yo al interpretarlo voy reconociendo su naturaleza ajena a
mi subjetividad como algo razonable en sí mismo en tanto es un contenido de
valor previo y posterior a mi subjetividad. Desde esta perspectiva el sentido
no es algo que yo me he inventado sino que mi conciencia, por su naturaleza
axiológica, reconoce lo que es valioso en porque es valioso en sí mismo al
margen de la actitud que ante ello pueda adoptar. En esto consiste la
verticalidad de la postura frankliana.
La voluntad de sentido y el sentido de la vida:
El hombre es por definición un ser en busca de sentido. Esto quiere decir
que no está centrado en sí mismo, en su placer o en su seguridad ni en su
autorrealización sino en los valores y en lo que estos valores le reclaman a cada
momento. Vive en una dimensión que lo atrae como un imán que ejerce poder sobre
él. La dimensión del logos (sentidos y valores) a la que accede por su
conciencia es su oxígeno para vivir humanamente y no sólo vivir. Para ello el
hombre tiene una capacidad peculiar que es ser capaz de volcarse a lo que no es
él mismo en la “autotrascendencia” (autós = uno mismo + trans-scende =
atravesar subiendo). El hombre sólo puede hallar sentido a su vida en tanto se
embarca hacia la realización de valores.
La logoterapia reconoce tres formas de realización del valor: valores
creativos, valores vivenciales y valores actitudinales. Los valores creativos
son los que se realizan en la actividad laboral. También cuando uno se entrega
a una causa o a la lucha por un ideal. Los valores vivenciales se realizan en
la experiencia de la presencia del otro, aunque no esté presente. En la entrega
a una persona a la que hemos descubierto en lo más íntimo de su ser sí
misma y no nos queda más que amarla aunque ya no esté presente físicamente. Los
valores de actitud son aquellos que podemos realizar cuando nuestra vida
encuentra sus límites y la libertad humana tiene su prueba final en la en la
responsabilidad de seguir viviendo aún cuando se pierde la posibilidad de
realizar valores creativos o vivenciales. Al humano siempre le queda la última
palabra y puede decidir qué actitud adoptar ante lo que no puede evitar, una
enfermedad incurable o un pasado demasiado doloroso. Los valores actitudinales
revelan como el hombre participa de una realidad misteriosa y aun sin
comprenderla totalmente, se deja comprender por ella y es así como
realiza su máxima capacidad humana de convertir su tragedia en un triunfo
personal.
La espiritualidad:
La espiritualidad es la dimensión de libertad y responsabilidad del
individuo. La persona es espiritual. Por lo tanto la persona no enferma. Lo que
enferma es el organismo psicofísico. La persona, siempre y cuando el organismo
psicofísico se lo permita, puede tomar una actitud ante su propia enfermedad.
La dimensión espiritual o noológica no tiene la connotación de
"espiritualidad religiosa" en donde la realidad psicológica se
desbarata ante la realidad de la gracia divina. Frankl recurre al término
"espiritual" para referirse a la dimensión en la cual el individuo
responde libremente al llamado de los valores y del sentido. Aquí no está
protagonizando el individuo (psicología) sino el valor (noología) que le exige
al individuo una respuesta (responsabilidad).
Es una dimensión opuesta a la de organismo psicofísico. Frankl usa
"Geist" para la dimensión espiritual y "Seele" (alma) como
principio que moviliza al individuo. Lo psíquico para Frankl son las vivencias
de impulso. Precisamente es esta temática desde donde parte Adler para acceder
al tema del sentido. Como decía en la cita frankliana de su carta penúltima:
Adler intuyó el sentido y lo aceptó. Adler elaboró una psicología abierta a lo
espiritual. Frankl elaboró una psicología desde lo espiritual de tal forma que
incluso en Frankl la psicología, entendida como "Seele" (en el
sentido de "lo que moviliza" la conducta: lo pulsional, lo
inconsciente y protoverbal) es casi nulo y es enorme en Adler. La posterior
psicología adleriana empezó a darle más importancia a los valores y principios
del colectivo estableciendo una dialéctica entre consciente e inconsciente, a
mi entender una psicología completa en donde el tema del sentido existencial
puede ser reconocido en el cuerpo adleriano junto con Allers.
La autocomprensión original:
No es necesario que la dimensión del sentido y los valores sea filosofada o
entendida como un requisito de experimentados. Todos podemos acceder a esta
dimensión espiritual y es precisamente esta la dimensión que nos
caracteriza como humanos. Todos, en tanto somos seres dotados de conciencia,
nos encontramos a cada momento con el sentido de nuestra existencia.
A este respecto Frankl habla de una "autocomprensión ontológica
prerreflexiva" que también llama "autocomprensión original". Del
sentido no escapa el humano. No hay jerarquías intelectuales, ni de edades, ni
estratos socioeconómicos. Ejemplos un tanto extremos: Un niño como Domingo
Sabio puede haber colmado de sentido su existencia a los 14 años. Mi abuela,
ella que no sabía ni leer, congregaba a su comunidad para rezar el rosario a
sabiendas que el cáncer la estaba terminando. Una jovencita de 13 años con
metástasis me dice que le da pena morirse y que le hubiera gustado tener novio
pero que estaba confiada en que Dios la amará mucho más que un novio. Una madre
decide no operarse de su enfermedad mortal para así no poner en riesgo su
embarazo. El hombre sencillo reconoce a veces mejor la voluntad de sentido.
Frankl cita con frecuencia una entrevista televisada hecha een 1981 por Franz
Kreuzer a Konrad Lorenz quien le dice:
“Si compara usted la validez de la cosmovisión de la mujer de un granjero
de los Alpes con lavalidez de la visión de mundo de B. F. Skinner, descubrirá
que la mujer del granjero,, la cual cree en la inmaculada concepción de la
virgen María, en el buen Dios y en todos los santos, está más cerca de la
verdad que el behaviorista.” (LORENZ, citado por FRANKL: 1990 Op. cit. p.293)
La logoterapia "pone nombre difícil" a la sabiduría del corazón.
Es la intuición, eso que capta un hombre promedio que no habla en dificil pero
que entiende su vida como una tarea y que a cada instante, sin filosofarlo,
capta valores que puede realizar y que efectivamente dotan su vida de sentido.
El vacío existencial:
Desde la perspectiva Frankliana el vacío de sentido es el resultado de una
autocomprensión inauténtica en la medida en que se comprende objeto (o como
biología que busca la autosatisfacción o como producto de una
supersumatoria de aprendizajes normativos). La persona se percibe como una
casualidad, un producto del azar y así también percibe los objetos del
mundo. Entonces se angustia porque se (= yo) siente ajeno a la
biología que es y a la normatividad de la cultura en él. Ha perdido
de vista los referentes que lo hacen ser lo que está llamado a ser desde fuera
de sí mismo. Estos referentes son los valores que están como telón de
fondo en toda vida consciente.
Al percibir lo que era un motivo para vivir, ahora es un
"nada más que" y experimenta un "vacío existencial". Esto
significa una experiencia de inestabilidad de su existencia en la que
experimenta como náusea o mareo psicológico al no contactar con lo que en
realidad es un "lugar vacío". El "yo" en realidad es una
construcción intelectual" un recurso del lenguaje. Lo que existe en
realidad es el sí mismo que es tal en tanto es "lugar" de
intersección de dos mundos: el mundo material y el mundo espiritual.
Lo psicológico es lo ficticio que en consenso (=colectividad) tiene sentido.
Pero la colectividad es conjunto de individuos en un mundo de valores. Hasta
aquí llegó Adler.
Los individuos conforman unidad indivisible con el mundo espiritual de los
valores. Los valores reclaman al individuo y lo interrogan (=sentidos esperando
ser realizados) de tal manera que no hay posibilidad en ningún individuo de que
su vida no tenga sentido. El sentido es inherente a la existencia. Hasta aquí
llegó Frankl.
La experiencia del sinsentido no es necesariamente patológica porque
puede también movilizar a la persona a embarcarse en la búsqueda del
sentido. El individuo intuye dentro de lo más íntimo de su ser persona, su
conciencia (que es un receptor de sentido), que la vida tiene un propósito. La
conciencia es intersubjetiva y además interlocutora con su entorno simbólico
(=cultura) que la antecede (=tradiciones), con lo que la acoge (=los valores
del colectivo en el que le tocó vivir) y lo que permanece después de ella
(=los que la recordarán y los que no, los aportes que dejó. Los actos y
actitudes valiosas que realizó y que nadie reconocerá pero que ella realizó y
que de eso fue testigo).
Es necesario resaltar también la tradición como reservorio de valores. Es
la importancia de la dimensión transgeneracional de la conciencia. En ella se
pueden reconocer los valores que permanecen en el tiempo y los distintos
significados del mismo valor para cada época y los sentidos particulares de
aquellos valores que dotaron de diversos sentidos a las generaciones pasadas.
Sin embargo la autocomprensión promovida por una atmósfera desvalorizadora,
acentúa la sugestión de una vida sin sentido. La conciencia como núcleo
receptor de valor, al pretenderse como producto de su biología
instintiva (mira que eres producto de tu biología) o de su entorno (mira
que eres producto de tus aprendizajes y que todo es relativo), recurre a
móviles organísmicos que son sólo valiosos mientras ella los reconoce como
tales (poder desde su egoísmo y placer desde su vitalidad). Al centrar su
atención en estos aspectos de su sí mismo personal experimenta sensaciones
de sentido.
El sentido es valioso en sí mismo y es propio de lo que está detrás de las
interacciones humanas (lo comunitario). El valor y el sentido
(Logos) están soportando todos los actos humanos en forma de
principios anteriores y posteriores a la persona y al colectivo que los capta.
Cuando el hombre no halla sentido a su vida, se desvía de su voluntad de
sentido hacia una voluntad de poder o placer. Es cuando ingresa en el círculo
vicioso que caracteriza al hombre neurótico obsesionado por su seguridad
(sensual o ficcional) para acallar su inseguridad fundamental ante la sugestión
de "no ser" ni tener ninguna referencia para ser menos o más, ni
razón para alegrarse o asustarse. Lo que es vivir insípidamente y sin ninguna
esperanza.
7. REFLEXIONES FINALES
En un principio Adler da un discurso que se podía interpretar de
psicologista desde la postura frankliana. Sin embargo la psicología adleriana
ha tenido varias fases teóricas en las cuales la explicación de la conducta no
proviene exclusivamente de un esfuerzo del individuo para dirigirse a su
colectividad y movilizado a nivel inconsciente para obtener seguridad y
perfección. La psicología individual en su forma actual no deja espacios para
ser interpretada de psicologista pues al presentar la idea de indivisibilidad
reconoce las tendencias ("voluntad para...".) y las metas
inconscientes pero en diálogo con finalidades conscientes y cooperativas. Es
una psicología completa porque no es ciega a los valores del colectivo. La
psicología individual contempla la espiritualidad, está abierta a ella, la
reconoce y la toca a través de la colectividad.
Con respecto al sentido de la vida, la psicología adleriana enfoca el tema
en relación al sentimiento comunitario y para ello parte de situaciones entre
individuos. Se refiere a experiencias significativas del niño con su entorno ante
el cual adopta una postura y va construyendo las condiciones
(inicialmente ficcionales) para poder actuar con otros, primero desde los
imperativos de su biología y después en distinto tipo de roles sociales
(familia, pareja, colegas y amistades).
A diferencia de Frankl, la psicología adleriana aborda el tema desde
experiencias particulares a partir de estímulos medioambientales significativos
(culturales) que movilizan al niño ya desde muy temprano a crear y recrear
estrategias de adaptación ante un medio físico y simbólico que es identificado,
en buena cuenta, como hostil. Ya no le ocurre como al animal que no encuentra
tanta dificultad porque ya está preadaptado biológicamente a su entorno.
El hombre nace en una situación deficitaria respecto a su medio ambiente y
requiere de otros para sobrevivir. Los otros (sociedad) no son solamente
sociales sino también creadores de ficciones de consenso (cultura). Esto hace
que la hostilidad del medio ambiente sea aun más compleja en la medida en
que hay que ponerse de acuerdo y eso requiere convencer y persuadir a otros de
la eficacia de nuestras creencias y hábitos de vida. En estas condiciones el
niño requiere una cuota de valor, de ímpetu y de sentido vinculante si desea
afrontar la complejidad del mundo humano con éxito. Si no se adapta, buscará
otras formas de adaptación a ese entorno cultural. Algunas formas de
"adaptarse" al medio es sobrecompensando su sentimiento de
inferioridad o de vulnerabilidad.
El esfuerzo del niño para adaptarse indica que no se trata de una simple
adaptación al entorno tal como la entendemos en el ámbito estrictamente
biológico. Se trata de una compensación permanente en la cual el niño opera,
sobre todo, con la cooperación implícita de sus semejantes (los padres y
las figuras significativas). La capacidad creativa del niño surge ya
como un mecanismo genético que lo capacita para vivir en el ámbito de la
ficción (cultura) ante la urgencia de adaptarse al entorno físico y simbólico
que no siempre es cómodo y hospitalario. De otro modo no desarrollaría la
capacidad creativa porque no la necesitaría.
Lo que interpreto de las ideas adlerianas acerca del sentimiento de
inferioridad, me da argumentos para pensar que la posible oposición entre
la psicología individual y la logoterapia puede tener más un componente de
apariencia que de realidad. Esta pretensión se sustenta en el hecho
de que la orientación adleriana, al hablar del sentido de la vida, lo hace
desde una psique individual en relación a su entorno (familiar, marital, laboral,
amical, cósmico y religioso). Esta temática transitiva de la persona, vista
desde la psicología frankliana, es estrictamente psicológica. Su orientación
hacia el sentido, que incluye el sentimiento comunitario, el afán de superación
o la búsqueda de perfección, no deja de tener el mismo hilo conductor: un
psiquismo que desde su insatisfacción fundamental se trasciende en función a
una meta de seguridad.
Frankl, como filósofo, reconoce que no se trata sólo de una postura
del individuo ante su comunidad, a partir de una experiencia antigua con otros
y que posteriormente, paralela al acto consciente, funciona como línea
directriz para enfrentar las situaciones de la vida o para entender la
realidad. Por encima de ello, el hombre capta valores y sentidos que lo motivan
a actuar de modo particular con los demás y consigo mismo a cada instante
(voluntad de sentido).
La psico-espiritualidad de Frankl no se conduce en el mismo carril de
explicación psicológica de Adler. Lo específicamente humano, la dimensión espiritual,
trasciende al individuo y sus modos de vida comunitaria y las condiciones de la
meta directriz inconsciente. Frankl conduce su explicación desde una reflexión
ética. No está intersecando al individuo con su colectividad sino la conciencia
del individuo con los imperativos de su cultura, imperativos que el sujeto
reconoce como particulares y que lo motivan a interactuar (libre y
responsablemente) por encima de sus propios intereses o de sus propios
conflictos psicológicos cuando éstos no han afectado, por impedimento del soma,
su capacidad de juicio.
La espiritualidad es tratada por los dos teóricos, sin duda. Adler
habla de libertad y de responsabilidad pero desde el individuo hacia la
colectividad (psicológico). Frankl habla de libertad y responsabilidad que el
colectivo le exige al individuo por medio de sus valores que lo llaman de modo
particular (sentido existencial). El error de cada uno radicaría en que están
limitando sus posibilidades de interpretar la "conducta" incluida la "conducta
religiosa". Adler desconoce, en todo caso no incluye en su teoría, el
llamado del valor como exigencia particular: la voluntad de sentido.
Frankl desconoce, o en todo caso no contempla, la movilización psicológica que
se dirige hacia el colectivo y sus valores en un proceso de adaptación
permanente: la superación de una minusvalía y la finalidad inconsciente que
influye a cada momento en la vida de la conciencia.
Creo
que los dos modos de acceder al tema de la espiritualidad son de mucha
importancia y es necesario reconocer donde está el vacío teórico por cada lado
para procurar el complemento. Pienso que la actual psicología adleriana, en el
tema de la motivación causa-final y del sentido de la vida, tiene mayor
parentesco con la logoterapia que en su versión clásica. Para ello creo que el
pensamiento de Rudolf Allers, de cuyo legado intelectual se nutre Viktor
Frankl, puede aportar eficazmente en el encuentro de dos discursos
que en su integración dan cuenta de una imagen más entera de la persona y
de la complejidad de su conducta
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