Educación para la convivencia
Estos últimos días he estado leyendo el libro de la Dra. Ursula Oberst titulado "El trastorno del niño consentido".
Bajo mi punto de vista está lejos de ser un libro de psicología
convencional para padres de los que rondan por las bibliotecas -y que
reconozco que de tanto en tanto leo- donde se encuentran muchos
conocimientos teóricos poco aplicables en el día a día, ya que éste
tiene un enfoque eminentemente práctico.
Empieza el texto indicando, como hace en sus cursos, si se conocen las 3 reglas de oro de la educación: soborno, amenazas y chantaje. Es fácil sonreír y reconocerse en esas 3 palabras, aunque está claro que no son los métodos más adecuados para la educación de hoy en día.
Empieza el texto indicando, como hace en sus cursos, si se conocen las 3 reglas de oro de la educación: soborno, amenazas y chantaje. Es fácil sonreír y reconocerse en esas 3 palabras, aunque está claro que no son los métodos más adecuados para la educación de hoy en día.
En
contraposición a la educación autoritaria que se imponía en décadas
precedentes y bajo la cual algunos de nosotros nos educamos (la verdad
es que no fue mi caso, por lo menos no en líneas generales), actualmente
se vive una época en la que la educación se ha vuelto condescendiente con los niños y se les consiente demasiado, es decir, que el modelo se ha vuelto permisivo
y sin demasiados límites. Curiosamente los resultados educativos son
incluso peores que los que se obtenían con una educación autoritaria
clásica. La autoestima de los niños en ambos casos resulta minada y ello
repercute sobre su conducta.
La autora propone una línea democrática intermedia, que denomina educación para la convivencia, que está basada en la psicología adleriana y que busca educar en la cooperación, como individuos que somos parte de una sociedad. ¡El concepto me gusta! Más que pautas concretas se trata de aprender actitudes y estrategias que
puedan modificar positivamente la conducta de nuestros hijos (tanto en
el caso de niños "normales" como niños con algún tipo de problemática).
Una de las cosas que me ha quedado más clara tras leer el libro es lo poco efectivos que son los castigos.
Los castigos domésticos clásicos como irse a dormir más pronto,
quedarse sin postre o los preferidos de la etapa tecnológica (sin tele,
sin consola, sin ordenador) funcionan poco....Primero porque muchas
veces no somos capaces de cumplirlos y por otro lado porque tienen poco
que ver generalmente con la conducta a "corregir".
Más que de castigos, habla de consecuencias a las conductas, distinguiendo entre consecuencias naturales (las que ocurren sin intervención del educador) y las consecuencias lógicas
(en las que nos toca intervenir). Las consecuencias naturales son las
más educativas aunque en ocasiones no se pueden dejar que ocurran por
motivos obvios (por ejemplo dejarles cruzar la calle sin nuestra mano y
que puedan sufrir un accidente). Las consecuencias lógicas no
deben ser imposiciones de los educadores, sinó el resultado neutral,
directo y consecutivo de los actos del niño. Si no pone su ropa a lavar, llega un día en el que no tiene ropa que ponerse.... Y remarca que el educador en este caso, no tiene que adoptar una actitud castigadora ni sermoneadora (uff, con la de sermones que le doy yo a Laia) sinó ser amable y sobretodo mantener el respeto por el menor.
En fin, podría explicaros más cosas, pero casi mejor que leáis el libro, que como os comento tiene muchos ejemplos que son extrapolables a situaciones que vivimos en nuestro día a día. A mí me ha dado algunas ideas para los momentos difíciles de las nenas...
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